Hello Avocado.
25 de febrero de 1789
Yuquot, British Columbia (Friendly Cove)
Querida Lucrecia
Espero que esta carta te encuentre bien y en paz. Llevó 59 meses en este puerto olvidado de Dios, mis palabras se pierden en este invierno frío y lleno de cuervos. Solo estas cartas a su merced me devuelven la esperanza de que algún día volvamos a caminar juntos debajo del sol, tu con tu vestido blanco y yo colocando una flor en tu cabello. Lucrecia, se que la nostalgia es una ilusión escogida, pero soy tan débil que no tengo fuerzas para ser feliz.
Los británicos oscilan entre la admiración y el desprecio por nosotros. Ante tal ofuscación emocional prefieren el pragmatismo de solo relacionarse entre ellos. Los indígenas tienen el corazón abierto, pero los ojos atentos a nuestros fusiles. Mi compañero Jose Fernando Boquetes y Ruiz se fue en cuerpo y alma con ellos. Algunos dicen que se casó con una india, otros, que fue desollado vivo. Nadie sabe su destino pero sin duda escogió vivir. Yo en cambio prefiero vivir de este invento de mi imaginación. Tus ojos tristes y tus manos suaves acompañan mis noches aunque nunca haya escuchado tu voz.
Veo a los pinos volcar pequeñas nueces sobre la tierra y espero para empezar a vivir. Nuestro comandante me ha prometido de que seré uno de los primeros en zarpar pero esta promesa se ha vuelto vieja con los años. Nuestro barco fue destruido con la marea y de el ya no queda más que el casco. Algunas noches me recuesto a ver el cielo pero no entiendo a las estrellas. Esas noches pienso en conseguir mujer y tener un hijo, a mis 47 años y con pocos dientes ya estoy cansado de esperar. Y luego viene, una carta, una esperanza, otra promesa de volver y recuerdo cuánto frío hace aquí y cuánto calor tendrían tus brazos. Odio esta tierra negra que no comprendo y que tampoco quiero comprender. A veces los cuervos me persiguen buscando incrustar mi corazón.
Mis compañeros sospechan que estoy enfermo de esperar. No saben que inventé tu recuerdo para no estar solo. No saben que la dirección de esta carta es la de una calle que no existe en un pueblo donde nunca he estado. Solo saben que escribo cartas de amor que deben llegar a su destino. Es injusto pedirle a un hombre que arriesgue su vida para llevar una carta a través de esta tierra maldita. Pero cuando ese hombre muera presa del frío, la nieve y el silencio tal vez él también piense que es parte de nuestra historia de amor.
Lucrecia, solo soy un hombre que extraña su chacra, sus puercos, su madre. El sol quemándome la cara, las paltas cuando están verdes y el polvo de la ciudad del sur que me vio nacer. Nunca fui a España a reclamar el título de mi abuelo y solo encontré tu pueblo en un viejo mapa. No soy más que un americano y por esto tal vez nunca me dejen abordar el barco para volver a casa. Maldigo las promesas monetarias que me arrastraron a este barro. Dios se apiade de mi alma, o que no se apiade si un hombre muere llevando ésta carta falsa.
Te amo desconsoladamente.
Tuyo,
Juan Morisco Busto y Castillo
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Hola Aguacate.
February 25th, 1789
Yuquot, British Columbia (Friendly Cove)
Dear Lucrecia,
I hope this letter finds you well and at peace. It’s been 59 months in this god-forsaken port, and my words are getting lost in this crow infested winter. The mercy of these letters gives me hope that one day we will once again walk together under the calm embrace of the sun in your white dress as I place a flower in your hair. Lucrecia, I know that nostalgia is but an illusion, but I am so weak that I no longer have the strength to be happy.
The British waver between admiration and contempt for us. Due to their emotional obfuscation they prefer the pragmatism of limiting their interactions amongst themselves. The indegenous here have open hearts with a cautious gaze set on our rifles. My friend, Jose Fernando Boquetes y Ruiz has left in body and soul to be with them. Some say that he married a woman, others that he was skinned alive. Nobody knows his destiny but without a doubt he chose life. I on the other hand prefer this realm of imagination. Your sad eyes and your soft hands accompany me at night even though I have never heard your voice.
I see pines spread small nuts over the earth in the hopes of new life. Our commander has promised me that I will be one of the first to set sail, but this promise has aged poorly with the years. Our ship was destroyed in the tides and nothing remains but the hull. Sometimes I lie and watch the stars but I cannot understand them. These nights I think of finding a bride and having a child, but at 47 years and with few teeth I am tired of waiting. Suddenly a letter arrives: a hope, a promise of a return and I remember how cold it is here and how much warmth there would be in our arms. I hate this dark land that I do not understand and that I do not wish to understand. Sometimes the crows pursue me in hopes of embedding themselves into my heart.
My shipmates suspect that I am sick of waiting. They do not know that I have created you in order to have company. They don’t know that the address for this letter is on a street that doesn’t exist in a town I have never visited. They only know that I write love letters that must arrive at their destination. It is unjust to ask a man to risk his life to carry a letter across this cursed land. But when that man dies trapped by the cold, the snow and the silence, might they also think him to be a part of our love story?
Lucrecia, I am just a man that longs for his ranch, his pigs, his mother. For the sun scorching my face, for the avocados when they are green, and for the dust of the southern city that gave me life. I never went to Spain to lay claim to my grandfather’s title, and I only found your town in an old map. I’m not anything more than a criollo and for this they may never let me board a boat to go home. Damn those promises of money that dragged me aboard this boat. May god have mercy on my soul, or not, if some man perishes carrying this false letter.
I love you without consolation
Yours,
Juan Morisco Busto y Castillo
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